Efectividad propatronal de los Comités de Empresa.
Por lo que se refiere a España y a la eficacia propatronal de los Comités de Empresa, es
muy elocuente el ejemplo de Euskalduna (Bilbao), donde el Gobierno, durante la reconversión
naval de los años 86-87, cerró el astillero con el acuerdo de los sindicatos CCOO, UGT y ELASTV,
más el inestimable apoyo desmovilizador de los Comités de Empresa de los restantes
astilleros de la nación. En los seis meses de enfrentamiento que mantuvieron los obreros de
Euskalduna, jamás se dio una huelga de solidaridad en el sector.
Otro ejemplo, más elocuente aun por ser más general, es el que se deriva del análisis de
las luchas entre los años 82 y 87 de siglo pasado: En ese tiempo, el tiempo del gran
desmantelamiento industrial para nuestra entrada en Europa, todos recordamos las luchas contra
las reconversiones del campo, de la pesca, de la minería, de la industria en general. Eran los
tiempos de la lucha en la siderurgia, abanderada por Sagunto y Reinosa, la de los astilleros en
Puerto Real, Euskalduna, Gijón y otros, la de los campesinos con sus interminables caminatas y
sus huelgas de hambre, las violentas respuestas de la minería asturiana, las luchas del textil y en
el sector del automóvil... Eran, pues, los tiempos apropiados para la lucha conjunta, para la
huelga general. Pues, bien, los "sindicatos", esos interlocutores válidos y únicos que se buscó el
capitalismo, supieron bien hurtarse a ese imperativo de la clase y a esa coyuntura histórica. ¿Y
cómo lo hicieron ? Pues apoyándose en sus "brazos largos", los Comités de Empresa, que
impidieron la solidaridad y la lucha en común entre todos los sectores, en suma, la huelga general
que se hacía manifiestamente necesaria. Medio empleado: el arma del miedo y el fomento del
egoismo localista.
Veamos ahora de qué tipo de "representatividad" se trata. Por mucha minoría y
archiminoría que sean los votantes, la ley les permite componer los Comités de Empresa y les
otorga la representación de todo el colectivo. Por ejemplo, en el año 1983 y en el astillero de
Puerto Real, el máximo de votos recibido por el presidente del Comité fue de 125, y de 71 el del
máximo líder de la UGT. La plantilla obrera superaba entonces los 3.000 trabajadores. La
pregunta sale sola: ¿a quién representaba esa gente?. Queda, pues, claro que la representatividad
de los Comités de Empresa no se la dan los trabajadores sino la ley del Estado y la voluntad de
los empresarios que la promueven.
Otra de las grandes artimañas de las que se valen los "sindicatos oficiales" (que lo son
unos más que otros, pero que, en conjunto, son todos aquellos que aceptan las elecciones
sindicales) es la de utilizar a su antojo y en su propio beneficio su doble condición de
"representatividad", como Secciones Sindicales de Empresa y como Comités de Empresa, habida
cuenta de que la ley pro-patronal sólo reconoce derechos de representatividad funcional a las
Secciones Sindicales que se hayan presentado a las elecciones sindicales. Pues bien, cuando tales
"sindicatos" encuentran dificultades como Comités de Empresa para sacar adelante sus
propuestas, echan entonces mano de su otro tipo de "representatividad" como Secciones
Sindicales para hacer pasar lo que los trabajadores rechazan. Un ejemplo de la práctica de tal
triquiñuela se dio, en el astillero de Puerto Real con motivo de la votación del Convenio
Colectivo del año 91-92, cuando la propuesta del Comité de Empresa fue totalmente rechazada
por los trabajadores, que aceptaban palmariamente, en la asamblea, las propuestas de CNT,
donde se contenía una estrategia de lucha de bajo rendimiento indefinido en la producción. En
esa situación, al ver el Comité la imposibilidad de sacar adelante su propuesta a mano alzada y en
presencia, forzó la votación secreta, y se encontró con que de 2500 trabajadores sólo votaron 480,
y de ellos sólo dijeron sí 439, 38 dijeron no y tres nulos. O sea que más de 2000 trabajadores,
siguiendo la línea de la propuesta de CNT, se abstuvieron. ¿Renunció entonces el Comité de
Empresa a su propuesta ante la negativa de la inmensa mayoría de los trabajadores?. De ninguna
manera. Era una propuesta que convenía la Patronal y había que sacarla adelante. El medio fue
dimitir como Comité de Empresa y votar el convenio como Secciones Sindicales. Para esto les
sirve su dualidad "representativa". Y, como botón de muestra, véase el siguiente fragmento de un
documento circular de la empresa, fechado el 7-8-91 y expuesto en el tablón de anuncios del
astillero: "El 23 de agosto se abonará un anticipo de 50.000 pts., a cuenta de los atrasos de los
salarios devengados, a todos los afiliados de las Centrales Sindicales firmantes, así como al resto
del personal, excepto a aquellos que, expresamente, manifiesten su rechazo al Convenio
Colectivo 1991-1992, antes del 16 de los corrientes". Pero que nadie se escandalice creyendo
que éste es un caso de particular corrupción entre patronos y Comité de Empresa de la Bahía de
Cádiz. Es, por el contrario, la práctica habitual de ese gran contubernio "representativo". Una vez
impuesto el Convenio de la manera referida, los dimitidos del Comité siguieron actuando como
sección sindical durante varios meses, luego forzaron unas elecciones sindicales y volvieron a
salir Comité de Empresa en las condiciones descritas más arriba.
La última reconversión naval del 2004 es igualmente aleccionadora sobre la estrategia y misión
real de los Comités de Empresa. Se trataba por parte del sector de un recorte drástico, mortal, de
la mano de obra, manteniendo, naturalmente, la exigencia de dejar a salvo los intereses militares
en su área naval. El papel de los Comités fue el de siempre: tratar de continuo con la SEPI a
espaldas de los trabajadores; garantizar la salvaguardia de la construcción naval militar;
aprovecharse -ya que no podía impedirla- de la espectacularidad de la movilización obrera, a fin
de fortalecer sus propios intereses de grupo de presión; dejar llegar la cuestión al agotamiento, a
la sensación de esterilidad de las acciones, a la vía muerta, y, finalmente, a la ruptura de la
solidaridad por el procedimiento de los favorecimientos localistas, con abandono a su suerte de
los demás, o sea, a la privatización, antesala de la desaparición. Y, tanto en un caso como en el
otro, consagrar el desmantelamiento de la mitad de la mano de obra: cinco mil puñeteros obreros
a la calle.
Necesidad del rechazo absoluto de los Comités de Empresa y de los propulsores de los
mismos.
Si queremos, ahora, abundar en la cuestión del "precio" de esa venta, veamos unos pocos
datos más que ilustran esa operación. El Estatuto del Trabajador concede a cada delegado de 15 a
40 horas de liberación del trabajo, según el número de obreros de la industria, pero las empresas,
a la vista de lo lucrativo del sistema-comités, permiten a esos delegados la liberación a jornada
completa. Al mismo tiempo, los sujetos de los Comités pueden acumular horas sindicales de
varios delegados y liberar a otros miembros del Comité para dedicarlos como funcionarios de los
sindicatos fuera de las empresas. Se les permite entrar y salir de la empresa como y cuando
quieran, y aprovechan dichas horas para cuestiones personales del gusto de cada uno.
En la pelea por ser mayoritarios en el Comité se practica normalmente la mendicidad del voto o
la promesa de favores futuribles por el mismo. Se crea así el hábito del clientelismo en el que el
"cliente" exige la prioridad de sus intereses. Se enfrenta a unos trabajadores con otros; el
deterioro de la moral obrera es, así, creciente y, con frecuencia, la pérdida de dignidad llega a
hacer irrespirable el aire de la empresa, un ambiente que hace casi imposible el mantenimiento de
cualquier identidad ideológica.
El sistema de las elecciones sindicales está envenenado y envenena por necesidad a
cualquiera que lo acepte y entre dentro de él. Esto debe tenerlo muy en cuenta la CNT y el
anarcosindicalismo en general. Los escisionistas de la CNT de los años 80, hoy CGT, decían ir a
las elecciones sindicales para vaciar de contenido a los Comités de Empresa y destruirlos. Hace
mucho tiempo que, ya totalmente envenenados, son los mayores defensores del sistema de
comités. Otras secuelas de la CGT, que también insisten en llamarse "libertarios", los de
"Solidaridad", pretenden justificar su asistencia a las elecciones sindicales diciendo que los
Comités de Empresa favorecen la formación de secciones sindicales. Seguramente se están
refiriendo a ese tipo de secciones que, como vimos más arriba, alternan con los Comités, y ya
sabemos lo que da de sí esa dualidad "representativa". Con ese lenguaje, ambiguo a veces y falso
siempre a todas luces, pretenden esos "libertarios" llevarnos al huerto de la "unidad" ¿De qué
"unidad", cómo, con quién, en nombre de quién, a costa de qué? Quien no sea capaz de ver la
falsedad de las elecciones sindicales y de los Comités de Empresa, y que diáfanamente
constituyen una estrategia patronal, lo llevan mal, muy mal. Así que, si no quieren enmendarse y
dudamos ya de que puedan, sigan por donde van, afianzando el sistema e integraditos en él, y
déjennos tranquilos, que conocemos muy bien su intención de inficionar nuestra coherencia para
justificarse a sí mismos. Somos muy conscientes de que el camino del anarcosindicalismo es duro
y difícil, incluso muy duro y muy difícil, pero es el único que ofrece, en su día, garantía de
liberación para la clase obrera. Siempre el sistema estuvo en contra nuestra y en ello puso y pone
sus máximos esfuerzos. Frente a ellos, nuestra resistencia hizo que aquí estemos, todavía enteros,
coherentes, con una práctica limpia y una meta clara donde ir. La clase obrera lo sabe, incluso en
su situación de impotencia actual. No han podido borrarnos, ni absorbernos, ni integrarnos ni
corrompernos. Que los demás echen una mirada a su trayectoria y a su presente, y saquen sus
consecuencias, si tienen arrestos para ello.