Siempre hemos vivido en la miseria, y nos acomodaremos a ella por algún tiempo. Pero no olvide que los obreros son los únicos productores de riqueza. Somos nosotros, los obreros, los que hacemos marchar las máquinas en las industrias, los que extraemos el carbón y los minerales de las minas, los que construimos ciudades…¿Por qué no vamos, pues, a construir y aún en mejores condiciones para reemplazar lo destruido? Las ruinas no nos dan miedo. Sabemos que no vamos a heredar nada más que ruinas, porque la burguesía tratará de arruinar el mundo en la última fase de su historia. Pero -le repito- a nosotros no nos dan miedo las ruinas, porque llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Ese mundo está creciendo en este instante.

B. DURRUTI

viernes, enero 04, 2008

E POUR SI MOUVE



E POUR SI MOUVE.



La lucha por la libertad es tan antigua como el hombre. Antes que este lo fuera, nada eran la libertad y la esclavitud. Puede decirse pues, que el hombre traía aparejado, incrustado en si, la esencia de la libertad. Ambas esencias luchan en el hombre por conquistar su hegemonía, su soberanía; lo que da margen y lugar a las luchas religiosas primeramente y a las luchas políticas después y por último a las luchas sociales de nuestros tiempos. Primeramente en el clan y en la tribu y después en las pequeñas y grandes aglomeraciones de pueblos, que forman lo que se llaman naciones, el hombre, el individuo, que debía de llevar en si y lleva mayor espiritualidad y más grandes dosis de perfección, se reveló contra la mayoría, contra la sociedad, y fue así como ocurrió la rebelión de los esclavos de todas las épocas y de todas las edades, impulsado por la espiritualidad y por la perfección de todos los espartacos que registran la historia en sus anales y otros que han pasado desapercibidos para la historia misma. A parte de esas contiendas de esclavos contra sus esclavizadores, otros hombres se han manifestado así mismo contra los prejuicios absurdos, contra las verdades consideradas infalibles y eternas, sostenidas y defendidas por las diversas religiones reveladas, que desde tiempos ancestrales, germinaron sobre la tierra, como hongos sobre estercolero.


He aquí como fueron posibles las persecuciones contra los mejores y más grandes hombres que bien pudiéramos llamar los santos de la humanidad: Hipócrates, Arquímedes, Epicuro, Demóstenes, Diógenes, y otros no menos célebres, antes de la supuesta venida de Jesucristo, y después, pasando por las tenebrosidades de la Edad Media: Copérnico y Galileo, tirando por tierra las ideas de Tolomeo, que enseñaban que la tierra era el centro del universo, cuando no es más que, como hoy nos enseña, en las escuelas oficiales y se enseña así mismo en los seminarios, uno de los varios grandes planetas, que, con los planetas telescópicos, giran alrededor del sol, cuya estrella no es tampoco el centro del universo, que aún está por descubrir. Galileo fue el que pronunció la célebre frase: ( e pour si mouve); pronunciada ante el tribunal de la Santa Inquisición y que quiere decir: aun la siento moverse bajo mis pies.


Después fue Campanella que, por afirmar la multiplicidad de los mundos, sufrió la persecución de la católica, apostólica y romana.


Juan Hus, quemado vivo por bueno y virtuoso, Savonarola, Miguel Server, Giordano Bruno y otros atormentados y quemados vivos al fin, por defender lo que ellos consideraban razonable.



Todo esto antes de la Revolución Francesa, la revolución política por excelencia, que acabó con los últimos vestigios del feudalismo y toda su secuela de crímenes e ignominias.


Después de esta revolución que afirmó que (los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos, y que el objeto de asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles de hombre); después de la enseñanza que nos ha dado la que era Francia demócrata y de la que nos están dando al mismo tiempo la Rusia de los soviets y la España de los de los Largos y de los Mauras: la lucha no podía tomar otro cariz que el llamado derecho social o económico, esto es: la lucha que nos conduce a la conquista del inalienable derecho a la vida.


Lucha titánica, cruenta, en la que los mejores y más esforzados paladines de la libertad han sufrido y sufren la consabida persecución de la justicia histórica: lucha que ha costado la vida a muchos, como a Francisco Ferrer, víctimas de todas las tendencias atávicas y repugnantes maridajes, y otros que, aunque oscuros gladiadores del ideal, no por eso menos héroes, ni menos dignos de recordación en estos momentos históricos que atravesamos. Momentos históricos en que (malogren) todos los vientos de la reacción, desencadenados furiosamente, contra las ideas de libertad y justicia, las voces de todos los caídos, que son muchos y las de los por caer, que no serán menos, se elevan por encima de todos los tormentos, de todas las persecuciones y de todos los autos de fe, diciendo: (e pour si mouve). Es decir: aún se mueve, aún vive en nosotros y con nosotros el ideal de la paz y la libertad universales que es la anarquía.


(e pour si mouve), grita Galileo, lo mismo Juan de la Barre que Luisa Michel, (e pour si mouve), grita el fundador de la Escuela Moderna de Barcelona, Juan Jaurés, Rosa Loxenburgo, Sacco y Vancetti, Emilio Boal, Salvador Seguí, Jordán, López Araujo, Menacho. (e pour si mouve), gritan todos los mártires de la inquisición y de la justicia histórica.



Aún se mueve, aún la sentimos correr por nuestras fibras sensitivas: aún la vemos y la oímos palpitar y correr por todos los ámbitos del planeta, llevando la paz y la dicha a los corazones generosos, ávidos de justicia y de libertad, confortándonos, dándonos aliento, energías y esperanzas en un próximo porvenir sonriente y luminoso, sin guerras ni miserias, sin la explotación vergonzosa e inicua, sin el latrocinio y el crimen que el capitalismo engendra, la iglesia bendice y consagra y el estado defiende.


(e pour si mouve).



Diego Rodríguez Barbosa



Este artículo fue publicado en el periódico


TIERRA Y LIBERTAD

El 26 de febrero de 1932